domingo, 11 de agosto de 2013

BLOQUE I

BLOQUE I
QUEMADURAS- Lesiones de los tejidos producidas por energía térmica transmitida por radiación, productos químicos o contacto eléctrico que producen desnaturalización de las proteínas, edema y pérdida de líquido intravascular debido a aumento de la permeabilidad vascular.
Las quemaduras térmicas pueden deberse a cualquier fuente de calor capaz de elevar la temperatura de la piel y las estructuras profundas hasta un nivel que produce la muerte celular y la coagulación de las proteínas o calcinación. Las causas más frecuentes son las llamas, los líquidos muy calientes y los objetos o gases calientes que contactan con la piel. La extensión y profundidad de la quemadura depende de la cantidad de energía transferida desde la fuente.
Las quemaduras por radiación se producen con más frecuencia por exposición prolongada a la radiación solar ultravioleta (quemadura solar) pero también por exposición intensa o prolongada a otras fuentes de radiación ultravioleta (por lámparas para bronceado) o fuentes de rayos X u otra radiación.
Las quemaduras químicas pueden estar causadas por ácidos o bases fuertes, fenoles, cresoles, gas mostaza o fósforo. Todos estos agentes producen necrosis, que se puede extender lentamente durante varias horas.
Las quemaduras eléctricas son el resultado de la generación de calor, que puede alcanzar 5.000 ºC. Debido a que la mayor parte de la resistencia a la corriente eléctrica se localiza en el punto donde el conductor contacta con la piel, las quemaduras eléctricas suelen afectar a la piel y los tejidos subyacentes. Pueden ser de cualquier tamaño y profundidad . La necrosis progresiva y la formación de escaras suele ser de mayor intensidad y afecta a estructuras más profundas de lo que indica la lesión inicial. La lesión eléctrica, especialmente por corriente alterna, puede producir inmediatamente parálisis respiratoria, fibrilación ventricular o ambas.
SINTOMAS Y SIGNOS- La profundidad de la quemadura se clasifica como de primer, segundo o tercer grado. Las de primer grado son rojas, muy sensibles al tacto y generalmente húmedas. La superficie se blanquea claramente a la presión suave y no se producen ampollas.
Las quemaduras de segundo grado pueden producir ampollas o no. La base de las ampollas puede ser eritematosa o blanquecina con un exudado fibrinoso. Son sensibles al tacto y pueden blanquearse a la presión.
Las quemaduras de tercer grado no suelen producir ampollas. La superficie de la quemadura puede ser blanca y flexible, negra, calcinada y coriácea o rojo brillante por la fijación de hemoglobina en la región subdérmica. Las quemaduras de tercer grado de color pálido se pueden confundir con la piel normal, pero los vasos subdérmicos no se blanquean a la presión. Las quemaduras de tercer grado suelen producir anestesia o hipoestesia. Se pueden separar los pelos de los folículos con facilidad. Con frecuencia las quemaduras de segundo grado profundas y las de tercer grado sólo se pueden diferenciar tras 3 a 5 d de observación.

COMPLICACIONES
Las secuelas sistémicas (p. ej., colapso circulatorio hipovolémico, infección) y la alteración ventilatoria del tracto respiratorio suelen ser más graves que los efectos locales. La infección, incluso en las quemaduras de pequeño tamaño, es una causa importante de mortalidad y la más importante de pérdida de función y deformidad estética, especialmente en cara y manos. La vasoconstricción que produce una hipoperfusión periférica, sobre todo en las áreas quemadas, provoca una alteración grave en la defensa local del huésped, favoreciendo la invasión bacteriana. El tejido muerto, el calor, la hipoperfusión periférica y la humedad son el terreno ideal para el crecimiento bacteriano. Al poco tiempo de la quemadura predominan los estreptococos y estafilococos, y a los 5-7 d las bacterias gramnegativas. La flora mixta está presente siempre. La evolución exacta de los sucesos, incluyendo los materiales empleados para apagar el fuego, aportan una idea sobre la extensión de la contaminación bacteriana y la probabilidad de infección.
La lesión térmica del tracto respiratorio inferior suele estar producida por la inhalación de vapor en personas alertas pero, si se altera el nivel de conciencia, se puede deber a la inhalación de gases calientes, lo que produce una obstrucción inmediata de la vía aérea superior. El edema de la vía aérea puede provocar una obstrucción de ésta de instauración más lenta. La lesión química de los capilares alveolares de las vías aéreas de pequeño tamaño puede inducir una insuficiencia respiratoria progresiva retardada. La inhalación de productos tóxicos (p. ej., cianuro, aldehídos tóxicos, monóxido de carbono) generados por la combustión de material tóxico (p. ej., madera, plástico) puede ocasionar lesiones térmicas de la faringe y la vía respiratoria superior, así como trastornos de la ventilación. Además, el monóxido de carbono inhalado se fija a la Hb y reduce sustancialmente el transporte de oxígeno.
La mayoría de las arritmias cardíacas en pacientes quemados están producidas por hipovolemia, hipoxia, acidosis o hiperpotasemia. Estas alteraciones metabólicas se deben corregir antes de utilizar medicamentos con efectos sobre el corazón. La taquicardia y la fibrilación ventricular son excepciones que precisan tratamiento inmediato mientras se corrigen las anomalías metabólicas subyacentes. Se debe vigilar el pulso, la TA, la temperatura, el ECG, los gases en sangre arterial y el Hto para detectar anomalías metabólicas, especialmente en ancianos.
Es frecuente la hipopotasemia durante la fase inicial de la reanimación porque los líquidos de reposición no suelen contener potasio, las reservas de potasio en pacientes que toman diuréticos pueden ser escasas y porque parte del potasio se pierde unido a los apósitos de nitrato de plata hipotónico al 0,5%. El potasio sérico se debe mantener por encima de 4 mEq/l. El nitrato de plata también arrastra Na y Cl, produciendo en ocasiones hiponatremia, hipocloremia y alcalosis hipoclorémica graves.
La hipoalbuminemia se debe a una combinación de efectos dilucionales de la reposición con líquidos que contienen sodio y a la pérdida de proteínas en el edema que existe por debajo de la escara. Se debe infundir una solución de coloides durante la fase de reanimación para mantener un nivel de albúmina sérica por encima de 2,5 g/dl y las proteínas totales en >5 g/dl. Debido a que la mayoría del Ca sérico está unido de forma reversible a la albúmina, la hipoalbuminemia se puede acompañar de hipocalcemia. La fracción ionizada de Ca sérico suele ser normal pero se debe determinar periódicamente. Se deben administrar diariamente suplementos de Ca, fosfato y Mg.
La acidosis metabólica puede estar producida por mala perfusión tisular debida a hipovolemia o insuficiencia cardíaca. La caída del pH sérico por debajo de 7,2 se debe tratar con bicarbonato sódico intravenoso  
La vasoconstricción periférica que provoca hipoperfusión local se debe a reposición de líquidos inadecuada durante la fase de reanimación. La mala perfusión tisular local puede estar ocasionada por compresión por escara o fascia, en cuyo caso se debe hacer escarotomía o fasciotomía .
La mioglobinuria puede ser el resultado de constricciones isquémicas del músculo, lesiones por aplastamiento o quemaduras térmicas o eléctricas profundas del músculo. El flujo de orina se debe mantener inicialmente a 100 ml/h en adultos y por encima de 1ml/kg/h en niños. Es necesario conseguir una diuresis osmótica (en adultos mediante administración intravenosa de 12,5 g de manitol cada 4 a 8 h o con más frecuencia si es necesario) hasta que desaparezca la mioglobinuria. En los adultos con mioglobinuria grave se debe alcalinizar la orina con 50 mEq de bicarbonato sódico i.v. cada 4 a 8 h según sea necesario, con determinaciones frecuentes del pH en suero y orina. El objetivo es conseguir un pH urinario superior a 8. El tratamiento de la hemoglobinuria, que puede ser debida a destrucción de los eritrocitos tras la quemadura, es idéntico al de la mioglobinuria. La mioglobinuria y la hemoglobinuria pueden conducir a una necrosis tubular renal si no se instaura un tratamiento rápido y preciso.
La hipotermia  es frecuente en los pacientes con quemaduras extensas. Aquellos con una temperatura rectal <36 ºC se tratan con líquidos de reposición calientes. Si la temperatura es <33 ºC el recalentamiento puede producir arritmias mortales. A estos pacientes hay que calentarlos lentamente, y se debe hacer una monitorización continua del ECG, la temperatura central, los electrólitos, los signos vitales y el estado mental.
EVALUACION.
Volver a puntos clave     Anamnesis. La información sobre el suceso puede proceder del paciente o de otras fuentes, como el conductor de la ambulancia, un miembro de la familia, un compañero de trabajo, un policía o un bombero. La anamnesis debe incluir el uso habitual de medicamentos, la existencia de enfermedades previas (alergias, enfermedad pulmonar, cardíaca o renal, diabetes) o alteraciones psiquiátricas (la quemadura puede ser por maltrato o intento de suicidio) y los hábitos tóxicos (tabaco, alcohol y otras drogas). Todos estos factores afectan a la capacidad de respuesta del paciente a la agresión.
Volver a puntos clave    Exploración física. Se debe practicar una exploración física completa antes de que la quemadura madure (ya que los signos físicos son más difíciles de interpretar entonces). Se debe calcular el área de superficie corporal (ASC) en todos los pacientes. Lo más frecuente es determinar la altura inmediatamente y calcular el peso por la información de un familiar.
Se representan las áreas afectadas en un gráfico para quemaduras. La extensión de la quemadura (% de ASC) se calcula comparando el gráfico del paciente con la regla de los nueves en adultos . También se registra en el gráfico la profundidad calculada de la quemadura (primer, segundo o tercer grado).
PRONOSTICO
Sin intervención, la epidermis se regenera rápidamente en las quemaduras superficiales a partir de elementos epidérmicos no lesionados, folículos pilosos y glándulas sudoríparas. No suele existir formación de cicatriz a menos que exista infección. En las quemaduras profundas en las que se destruye la epidermis y gran parte de la dermis, la reepitelización comienza en los bordes de la herida, en los restos de tejido no lesionado o en los apéndices dérmicos restantes. El proceso es lento y se forma un tejido de granulación excesivo antes de que el epitelio cubra el área. Estas heridas suelen contraerse, originando cicatrices deformantes o incapacitantes, a menos que se traten rápidamente mediante injerto de piel. En algunas personas se forman queloides, especialmente en la raza negra.
En las quemaduras profundas en las que se destruye toda la epidermis y dermis y el área es demasiado amplia para cerrarse por contracción (porque la dermis no se regenera), no cabe esperar la curación espontánea. Sin extirpación, este tipo de quemaduras se separan y se forma una escara que se desprende con el tiempo, dejando un lecho cruento.
Las quemaduras que afectan a más del 40% del ASC, la edad superior a 60 años y la presencia de lesión por inhalación son factores de riesgo de muerte. La tasa de mortalidad es del 0,3% sin factores de riesgo, el 3% con un factor de riesgo, el 33% con dos y alrededor del 87% con tres.
TRATAMIENTO.
Puntos clave:
 Tratamiento inicial de urgencia -- Tratamiento tópico de la quemadura -- Fármacos -- Tratamiento respiratorio -- Reposición de líquidos inicial -- Sustitución de líquidos basales -- Prevención de la infección de la quemadura -- Nutrición -- Tratamiento quirúrgico -- Fisioterapia -- Tratamiento de mantenimiento
Como norma general la quemadura se debe lavar y desbridar. Se emplean antibióticos tópicos o sistémicos, dependiendo de la gravedad de la quemadura. Puede ser necesaria la inmovilización en posición adecuada de la extremidad lesionada así como algún tipo de fisioterapia. Se dan instrucciones para el cuidado a domicilio y se instaura un seguimiento ambulatorio del paciente.
Aproximadamente el 85% de los pacientes con quemaduras tienen quemaduras de pequeño tamaño y pueden tratarse de forma ambulatoria. Los criterios generales para hacerlo así son: quemadura de primer grado o de segundo grado superficial en <10% del ASC, quemadura de segundo grado moderada o profunda en <5% del ASC y quemadura de tercer grado <1% del ASC siempre que no exista lesión por inhalación. Los pacientes con quemaduras más extensas y los pacientes con quemaduras profundas de pequeño tamaño en manos, cara, pies y perineo se deben hospitalizar. Esto se debe a que la posibilidad de infección en estas áreas puede provocar una alteración estética y funcional grave. Un paciente que recibe tratamiento ambulatorio debe ser hospitalizado si la herida no va a curar espontáneamente en 3 sem. También puede ser necesaria la hospitalización si se prevé un mal cumplimiento de la elevación, cambios de apósito o instrucciones médicas o si el paciente es menor de 2 años o mayor de 60.
Volver a puntos clave    Tratamiento inicial de urgencia. En el lugar del suceso, la víctima de una lesión térmica, química o eléctrica aguda debe ser apartada inmediatamente de la causa, incluyendo la retirada de toda la ropa, especialmente el material que arde sin llama (p. ej., camisas sintéticas, material térmico). Se deben lavar de la piel todos los productos químicos, y las quemaduras causadas por ácidos, álcalis o compuestos orgánicos (p. ej., fenoles, cresoles) se deben lavar con cantidades abundantes de agua, de forma continua y durante largo tiempo. Las quemaduras por fósforo se deben sumergir en agua de inmediato para evitar el contacto con el aire. Las partículas de fósforo se deben retirar suavemente debajo del agua. Después se lava la herida con solución de sulfato de cobre al 1% para cubrir cualquier partícula residual con una película protectora de fosfato de cobre (es fluorescente y se puede retirar con facilidad en una habitación oscura). Se debe evitar la absorción excesiva de cobre.
En la sala de urgencias el tratamiento inicial consiste en establecer una vía aérea adecuada, detener el proceso de la quemadura, reponer el líquido perdido (plasma), reconocer y tratar el traumatismo importante con amenaza vital, diagnosticar las anomalías metabólicas, valorar la posibilidad de infección bacteriana por contaminación antes de la admisión y proteger al paciente de una mayor contaminación bacteriana.
Volver a puntos clave    Tratamiento tópico de la quemadura. Las quemaduras pequeñas se deben sumergir inmediatamente en agua fría, si es posible. Se debe lavar la herida con agua y jabón y se retiran con cuidado todos los residuos presentes. Cuando existe suciedad en profundidad, se debe anestesiar la herida mediante infiltración local de lidocaína al 1 o 2% y cepillar con jabón y cepillo rígido.
Las ampollas se deben desbridar si ya han estallado o es probable que lo hagan. Si se desconoce la profundidad de la quemadura, es preciso vaciar las ampollas y examinar su base para determinar si la lesión es de espesor completo.
Después del lavado, y en condiciones asépticas, la superficie quemada se trata con una pomada tópica adecuada y se cubre con apósitos estériles. Los antibacterianos tópicos que se suelen emplear son la solución de nitrato de plata al 0,5%, el acetato de mafenida o sulfadiazina argéntica al 1%. Después de cubrir la herida hasta con ocho capas de venda de algodón, se extiende nitrato de plata sobre la herida cada 2 h. Esto mantiene húmedo el apósito y la concentración de nitrato de plata en la piel alrededor del 0,5%, ya que una concentración inferior probablemente no es bactericida. Una concentración más elevada, que se puede producir por evaporación, es capaz de lesionar la piel aún más. Cuando se aplica en una superficie muy extensa, el nitrato de plata puede arrastrar una cantidad excesiva de Na, Cl y K hacia al apósito, produciendo hipopotasemia, hipocloremia, alcalosis o metahemoglobinuria. El acetato de mafenida o la pomada de sulfadiazina argéntica se aplican directamente sobre la herida en una capa, cubriendo después la herida con varias capas de vendas de algodón. Se debe retirar la pomada residual antes de colocar una nueva venda. La crema de acetato de mafenida inhibe la actividad de la anhidrasa carbónica y puede producir una acidosis metabólica compensada y, en ocasiones, acidosis tubular renal proximal. La sulfadiazina argéntica se debe usar con precaución en pacientes que son alérgicos a las sulfamidas, ya que puede producir anomalías hematológicas.
Volver a puntos clave    Fármacos. Para las quemaduras de pequeño tamaño puede conseguirse la analgesia con narcóticos por vía oral (codeína), con o sin AINE o aspirina. Para las quemaduras graves suelen ser necesarios los narcóticos por vía i.v. (morfina, meperidina). Se debe administrar un recuerdo de toxoide tetánico, 0,5 a 1 ml s.c o i.m., a los pacientes inmunizados en los 4 a 5 años anteriores. Si no es así, se debe administrar globulina antitetánica a dosis de 250 U i.m. (repetida a las 6 sem si es necesario) e iniciar una inmunización activa simultánea.
Volver a puntos clave    Tratamiento respiratorio. Cuando existe una lesión térmica significativa, el tratamiento debe incluir oxígeno suplementario para elevar el contenido de oxígeno en sangre y comenzar a desplazar el monóxido de carbono. La alteración de la ventilación se trata mediante intubación (preferiblemente nasotraqueal) y soporte mecánico. Las indicaciones absolutas para la intubación son la respiración rápida y superficial con taquipnea de 30 a 40 respiraciones/minuto, bradipnea menor de 8 a 10 respiraciones/minuto, obstrucción mecánica de la vía aérea debida a traumatismo, edema o laringospasmo y signos de insuficiencia respiratoria con pH arterial <7,2, Po2 <60 mm Hg, o Pco2 >50 mm Hg. Las indicaciones relativas son la exposición a una explosión o fuego en local cerrado, pelos de la nariz o mucosa oral chamuscada, eritema de paladar, ceniza en boca, laringe o esputo, edema asociado a quemadura de la cara o cuello y signos de dificultad respiratoria (como aleteo nasal, estridor o ruido respiratorio, ansiedad, agitación, agresividad).
Volver a puntos clave    Reposición de líquidos inicial. Es vital el tratamiento inmediato. La reposición adecuada de líquidos previene la vasoconstricción periférica y la hipoperfusión, manteniendo intacta la defensa local del huésped. El uso de una solución coloide como plasma fresco congelado (que contiene sustancias antibacterianas como los anticuerpos) protege frente a la invasión bacteriana de la quemadura antes de iniciar el tratamiento local.
Cuando se prevé el desarrollo de colapso circulatorio (como ocurre en todas las quemaduras de segundo y tercer grado con extensión >10% ASC) o cuando el Hto está por debajo de lo normal, la infusión de líquidos debe comenzar de inmediato. Se coloca una cánula venosa de calibre 14 a 16 en una o dos venas periféricas (v. Procedimientos invasivos en cap. 198 ). Aunque puede que no sea necesaria una vía central al principio, la colocación ulterior puede ser dificultosa debido al edema extenso, por lo que puede ser mejor hacerlo al comienzo. La vía venosa central o periférica se puede colocar a través de una escara si es necesario. No se recomienda la venotomía porque puede romper la vena y aumenta el riesgo de infección. Se debe tomar una muestra de sangre para determinar Hb, Hto, grupo sanguíneo y realizar pruebas cruzadas.
El líquido administrado de urgencia debe contener sodio, seguido de la infusión de coloide (plasma fresco congelado, albúmina) cuando esté disponible. El uso de coloide depende del tamaño, la profundidad y la localización de la quemadura, la edad del paciente y las lesiones concomitantes. El coloide es urgente es pacientes con quemaduras moderadas o graves, en los niños y ancianos, en las quemaduras profundas de manos, cara o perineo, en presencia de cardiopatía, o cuando el Hto está elevado, lo que indica una hipovolemia incipiente. Si se retrasa la administración de líquidos más de 2 h tras la quemadura, el coloide se debe administrar en cuanto esté disponible.
El volumen de líquido necesario depende de la extensión y profundidad de la quemadura. Se puede calcular la tasa de infusión inicialmente tras una exploración física breve y determinación de la extensión de la quemadura empleando la regla de los nueves o la gráfica de Lund-Browder. Habitualmente se necesitan de 2 a 4 ml/kg/% de ASC de solución intravenosa con sodio durante las primeras 24 h tras la lesión. La adición de coloide reduce el volumen de solución con sodio necesaria.
Volver a puntos clave    Sustitución de líquidos basales. Debido a que el volumen exacto de líquidos y la tasa de infusión dependen de la respuesta del paciente a la administración de líquidos, la reposición basal se basa en la monitorización estrecha del paciente. El objetivo es mantener una TA y un Hto adecuados, así como un volumen de orina >50 a 100 ml/h (0,5 a 1 ml/kg/h) en adultos o 1 ml/kg/h en niños para evitar la sobrecarga circulatoria. Se determina la Hb cada 3 a 4 h durante las primeras 72 h, y se ajusta el tratamiento para mantener los niveles de Hb entre 11 y 16 g/dl. Se debe mantener el Hto entre el 30 y el 45%. Los pacientes con un volumen de orina inadecuado a pesar de la administración de un volumen importante de solución con sodio suelen responder al aumento de volumen de esta solución cuando se añade coloide.
 ejemplo, un hombre de 70 kg con una quemadura que afecta al 40% del ASC debe recibir 1.400 ml de coloide, 4.200 ml de solución de Ringer lactato y 2.400 ml de solución de Ringer lactato de mantenimiento, es decir, un total de 8.000 ml de líquido durante las 24 h iniciales. Un cuarto del total (350 ml de coloide, 1.050 ml de solución de lactato de Ringer y 100 ml/h de solución de Ringer lactato de mantenimiento) durante las primeras 4 h, las 4 h siguientes, las 8 h posteriores y las restantes 8 h. Si se recibe al paciente inmediatamente tras la lesión, se deben administrar las siguientes soluciones i.v.: durante las primeras 8 h, plasma fresco congelado a 87,5 ml/h y 360 ml/h de solución de Ringer lactato y, en las 16 h siguientes, plasma fresco congelado a 45 ml/h y solución de lactato de Ringer a 220 ml/h.
Se deben monitorizar varios parámetros para detectar una reposición de líquidos excesiva o insuficiente y evitar los problemas relacionados. Es útil registrar todos los parámetros en una plantilla de protocolo. La reposición insuficiente viene indicada por el descenso en el volumen de orina, el aumento del Hto y los síntomas de colapso circulatorio. Se debe colocar una sonda vesical permanente para registrar el volumen de orina. La reposición excesiva (que puede producir insuficiencia cardíaca y edema pulmonar) viene indicada por un aumento de la frecuencia cardíaca, taquipnea y elevación de la TA, por ingurgitación de las venas del cuello o por un aumento de la presión venosa central. Se deben auscultar las bases pulmonares periódicamente para detectar la presencia de crepitantes.
En los pacientes con cardiopatía o nefropatía previa, el uso de líquidos, electrólitos y coloides debe limitarse a cantidades suficientes para conseguir un volumen de orina adecuado (25 ml/h) y se debe vigilar al paciente para detectar signos de sobrecarga circulatoria.
Volver a puntos clave    Prevención de la infección de la quemadura. Tan pronto como sea posible se debe instaurar un tratamiento preventivo eficaz y es preciso mantenerlo rigurosamente hasta que cure la quemadura. Se utilizan antibacterianos tópicos para mantener la fisiología sistémica normal y para prevenir posteriores siembras bacterianas de la herida.
Los pacientes con quemaduras de segundo y tercer grado deben recibir penicilina V a dosis de 1 a 2 g/d v.o. en 4 dosis durante los primeros días como profilaxis de la celulitis estreptocócica, una infección poco frecuente pero muy grave (producida por el estreptococo betahemolítico). En los pacientes alérgicos a la penicilina se puede usar eritromicina a dosis de 1 a 2 g/d v.o. en 4 dosis. En las quemaduras muy extensas se utiliza la penicilina G a dosis de 5 millones U i.m. o i.v. diariamente durante 3 d como profilaxis de la celulitis estreptocócica. No se recomienda utilizar habitualmente otros antibióticos por el desarrollo de resistencias.
El soporte nutricional  se debe iniciar entre 1 y 2 d después de la fase de reposición de líquidos. Es preferible la hiperalimentación oral porque tiene menos complicaciones y es más barata. No obstante, la anorexia, las quemaduras faciales o la disfagia pueden hacerla difícil o imposible. Si la alimentación oral es inadecuada pero la motilidad y la absorción GI son normales, se recurre a la alimentación enteral (sonda) para complementar las comidas o para aportar la nutrición total. La nutrición parenteral está indicada en pacientes con íleo gástrico o colónico relacionado con quemaduras, operaciones repetidas o infección. Las complicaciones son más frecuentes con la nutrición parenteral que con la enteral.
Volver a puntos clave    Tratamiento quirúrgico. Las escaras pueden precisar escarotomía en las quemaduras circunferenciales de tercer grado (p. ej., cuando se pierde el pulso palpable previamente o cuando está ausente en una extremidad pero se palpa fácilmente en las restantes). Se sospecha isquemia periférica cuando una extremidad está más fría que las otras y tiene un relleno capilar más lento. La ecografía Doppler confirma la isquemia. Se debe liberar la escara a tensión cuando exista una sospecha fundada de isquemia aunque los pulsos Doppler estén presentes. En las lesiones cutáneas que no afectan a tejidos profundos, la incisión de escarotomía se debe profundizar sólo hasta la dermis, excluyendo la hipodermis y la grasa subcutánea. Para conseguir una liberación completa, la incisión se debe extender superando ampliamente la zona tensa de la escara. Algunas escaras que son aparentemente de espesor total conservan la sensibilidad al dolor, por lo que la incisión de relajación puede ser dolorosa. En estos casos es efectiva la anestesia local con lidocaína al 1%.
Las quemaduras de segundo grado profundo y las de tercer grado deben tratarse mediante resección quirúrgica temprana o extirpación de la escara, mejor entre los días primero y cuarto tras la quemadura. La extirpación retira tejido desvitalizado, evita la sepsis por debajo de la escara y permite cerrar la herida antes, acortando la hospitalización y mejorando el resultado funcional. Se deben identificar las zonas en las que no es previsible la curación en 3 sem y que requieren por tanto incisión, así como determinar la secuencia de resección. Si la lesión es extensa y la supervivencia del paciente es dudosa, se deben extirpar primero las áreas más afectadas para reducir drásticamente el volumen de quemadura abierta. Las áreas que suelen tratarse en primer lugar y que reciben los injertos satisfactoriamente son espalda, tórax y abdomen. No se debe extirpar de una vez más del 30% del ASC, incluyendo las zonas donantes. Cuando el problema no es la supervivencia, sino la estética o la funcionalidad, se deben extirpar en primer lugar, y por este orden, las escaras en manos, brazos, pies y piernas. Tradicionalmente, las escaras faciales se extirpan de forma conservadora, manteniendo la mayor cantidad posible de tejido blando. Algunos autores recomiendan la extirpación precoz de las escaras faciales.
Después de la extirpación, el lecho de la herida requiere un cierre con injerto. Los injertos pueden ser autoinjertos (piel del paciente), aloinjertos (piel viable, generalmente de donante cadáver) o xenoinjertos (piel de origen porcino). Los autoinjertos, que son permanentes, se pueden trasplantar como una lámina (pieza de piel sólida) o como una malla (lámina de piel donante en la que se hacen incisiones pequeñas a intervalos regulares con un instrumento apropiado, lo que permite que el injerto cubra un área más extensa). Los injertos mallados se emplean cuando la piel del donante es escasa, pero no se usan para quemaduras superiores al 20% del ASC. Estos injertos prenden con un aspecto de rejilla irregular, en ocasiones con cicatriz hipertrófica excesiva. No suele ser posible obtener un autoinjerto suficiente para las quemaduras profundas superiores al 40% del ASC. Sin embargo, se puede obtener piel del paciente de la misma zona donante a intervalos de 14 d. Los aloinjertos y xenoinjertos son temporales, pueden ser rechazados ya a los 10 a 14 d y deben ser sustituidos por autoinjertos. No obstante, pueden ser vitales en pacientes con quemaduras masivas. Otra alternativa es un sistema de sustitución de la piel con una plantilla de regeneración dérmica artificial. La plantilla es biodegradada después de inducir la formación de piel completamente nueva (denominada neodermis), creada por las células del paciente y que es permanente.
Volver a puntos clave    Fisioterapia. Es importante iniciar la fisioterapia de forma temprana. Los sistemas para mantener una posición adecuada, las férulas, los ejercicios y los dispositivos de presión ayudan a conservar la función y la estética mientras cura la quemadura. Las superficies corporales con elevada tensión y movilidad de la piel (p. ej., cara, manos, articulaciones, muslos, tórax) son más propensas a la formación de cicatrices y contracturas.
La medida terapéutica más importante es la elevación de la extremidad, especialmente en los pacientes con quemaduras en mano o pierna. Se debe colocar la extremidad por encima del nivel del corazón en todo momento, excepto durante períodos £20 min a lo largo del día. Debido a que el reposo en cama con elevación es difícil en pacientes ambulatorios, suele ser necesaria la hospitalización cuando existen quemaduras en las extremidades inferiores.
Las quemaduras de segundo o tercer grado que afectan a la piel sobre una articulación suelen precisar el uso de férulas. Se venda cada dedo de forma individual con venda de algodón sobre la mano y muñeca en forma de ocho. La palma debe quedar más almohadillada para mantener las articulaciones metacarpofalángicas e interfalángicas en flexión moderada. La muñeca o el codo se deben inmovilizar con un cabestrillo de brazo. En los pacientes ambulatorios no se suelen inmovilizar las piernas.
En las quemaduras extensas, es necesario utilizar férulas para mantener las articulaciones en posición funcional tan pronto como sea posible. Deben quedar ajustadas de forma precisa y se deben comprobar constantemente durante las fases iniciales del tratamiento para evitar la compresión excesiva de la extremidad, que puede aumentar el edema. Al ceder el edema, suele ser necesario realizar un reajuste en las férulas para conseguir que se acoplen adecuadamente. Las férulas se usan de modo continuo hasta que se injerta la zona y el injerto evoluciona adecuadamente. Las articulaciones se mantienen en posición funcional con vendajes y sábanas enrrolladas durante la convalecencia.
Se realizan ejercicios activos y pasivos de arco de movilidad una o dos veces al día antes del injerto para conservar la función. Los ejercicios y el mantenimiento de una posición adecuada son más fáciles tras la reducción del edema inicial. Después del injerto de piel se mantiene inmovilizada la zona lesionada durante 5 a 10 d, de manera que el injerto se pueda estabilizar antes de comenzar los ejercicios de recuperación en el postoperatorio.
Volver a puntos clave    Tratamiento de mantenimiento. Se recomienda al paciente mantener la herida limpia, seca y elevada, cambiar el vendaje dos veces al día, lavar la herida con agua abundante, limpiar toda la medicación tópica antes de aplicar una nueva capa, tomar los antibióticos adecuados y acudir a la visita de seguimiento. Son necesarias las visitas ambulatorias de seguimiento para comprobar el cumplimiento de los cuidados de la herida, desbridar la herida, descartar la existencia de celulitis, confirmar la profundidad de la quemadura, evaluar y facilitar el tratamiento ocupacional, ambulatorio o mediante fisioterapia y valorar la necesidad de un tratamiento mediante extirpación. En las quemaduras menos graves, la primera visita de seguimiento se realiza a las 24-48 h de la quemadura. Las visitas siguientes se hacen cada 24 a 72 h, según sea necesario, dependiendo de la gravedad y profundidad de la quemadura y de la capacidad del paciente de seguir las recomendaciones sobre el cuidado de la herida.
Lesión producida por el paso de una corriente eléctrica a través del organismo.
La corriente eléctrica puede ser atmosférica (rayo) o artificial (líneas de alto o bajo voltaje).
PATOGENIA
El tipo de corriente determina la gravedad de la lesión. En general, la corriente continua (CC), que tiene una frecuencia cero pero puede ser intermitente o pulsátil, es menos peligrosa que la corriente alterna (CA), que es la que se utiliza generalmente en Estados Unidos. Los efectos de la CA en el organismo dependen básicamente de la frecuencia. Las corrientes de baja frecuencia de unos 50 a 60 Hz (ciclos/seg), que son las más utilizadas, suelen ser más peligrosas que las de frecuencia alta y tres a cinco veces más peligrosas que la CC del mismo voltaje y amperaje. La CC tiende a producir una contracción convulsiva, desplazando a la víctima lejos de la fuente de corriente. La CA a 60 Hz (corriente doméstica) produce tetania muscular y deja pegada la mano a la fuente de corriente. La exposición prolongada puede provocar quemaduras graves si el voltaje es alto.
En general, cuanto más elevados sean el voltaje y el amperaje, mayor será el daño producido por cualquier tipo de corriente. Las corrientes de alto voltaje (>500 a 1.000 voltios) causan quemaduras profundas y las de voltaje bajo producen adherencia al circuito. El umbral de percepción de la corriente que entra en la mano es de aproximadamente 5 a 10 miliamperios (mA) para la CC y entre 1 y 10 mA para la CA a 60 Hz. El amperaje máximo que hace que los flexores de la mano se contraigan pero permite que la persona retire su mano de la fuente de electricidad se denomina corriente de escape. Para la CC, la corriente de escape es de unos 75 mA para un hombre de 70 kg; para la CA es de alrededor de 15 mA, variando con la masa muscular. Una corriente de bajo voltaje (110 a 220 V), de tipo alterno, de 60 Hz que viaja a través del tórax durante una fracción de segundo puede inducir una fibrilación ventricular con un amperaje tan bajo como los 60 a 100 mA, mientras que si la corriente es de tipo continuo se necesitan de 300 a 500 mA. Si la corriente pasa directamente al corazón (a través de un catéter cardíaco o electrodos de marcapasos), se puede producir fibrilación con un amperaje mucho más bajo (<1mA, CC o CA).
La resistencia corporal (medida en ohmios/cm2) se concentra fundamentalmente en la piel y cambia directamente según el estado de la misma. La resistencia de la piel seca, intacta y bien queratinizada varía entre 20.000 y 30.000 ohmios/cm2, mientras que para la palma o planta con piel gruesa e hiperqueratósica puede alcanzar 2 a 3 millones ohmios/cm2. La resistencia de una piel fina y húmeda es de unos 500 ohmios/cm2. Si la piel presenta una punción (por corte o abrasión con aguja) o si la corriente se aplica sobre membranas mucosas (boca, recto, vagina), la resistencia puede ser tan baja como 200 a 300 ohmios/cm2. Si la resistencia de la piel es baja, se debe disipar mucha energía en la superficie al pasar la corriente a través de la piel, originando una quemadura de superficie muy extensa en la zona de entrada y salida, con carbonización de los tejidos entre ambas (calor = amperaje2 x resistencia). Los tejidos internos se queman dependiendo de su resistencia, los nervios, vasos sanguíneos y músculos conducen la electricidad con más facilidad que los tejidos más densos (grasa, tendón, hueso) y por esta razón son los más afectados.
El trayecto de la corriente a través del organismo determina la naturaleza de la lesión. El trayecto desde un brazo al otro o entre un brazo y una pierna suele atravesar el corazón y es mucho más peligroso que el trayecto entre una pierna y el suelo. Las lesiones eléctricas en el cráneo pueden causar convulsiones, hemorragia intraventricular, parada respiratoria, fibrilación ventricular o asistolia y cataratas como efecto tardío.
El punto de entrada de la corriente eléctrica más habitual es la mano, seguida por la cabeza. El punto de salida más habitual es el pie. Con la CA, el punto de entrada y de salida son equívocos, porque no se puede determinar cuál es uno y cuál es el otro. Los términos "fuente" y "tierra" son más apropiados.
Por lo general, la duración del flujo de corriente a través del cuerpo es directamente proporcional a la extensión de la lesión, porque la exposición más prolongada produce mayor lesión en los tejidos, permitiendo el flujo interno de la corriente. El flujo de corriente produce calor, lesionando los tejidos internos.
Las manifestaciones clínicas de las lesiones por electricidad dependen de la interacción compleja de los factores mencionados anteriormente. Se pueden alterar las funciones fisiológicas, produciendo contracciones musculares involuntarias graves, convulsiones, fibrilación ventricular o parada respiratoria (apnea) debida a lesión del SNC o parálisis muscular. Pueden producirse lesiones térmicas, electroquímicas o de otro tipo (p. ej., hemólisis, coagulación de proteínas, trombosis vascular, deshidratación, avulsión muscular o tendinosa). Con frecuencia se producen efectos combinados. Las quemaduras suelen presentar unos límites bien definidos en la piel y se extienden en los tejidos profundos. El voltaje alto puede producir necrosis por coagulación del músculo u otros tejidos entre la fuente y la tierra de la corriente. Puede aparecer un edema masivo por coagulación venosa y tumefacción muscular, con aparición de síndromes compartimentales. La hipotensión, los trastornos de los líquidos y electrólitos y la mioglobinuria intensa pueden producir insuficiencia renal aguda. Debido a las contracciones musculares vigorosas o a las caídas secundarias a la descarga eléctrica se pueden producir luxaciones, fracturas vertebrales o de otra localización, lesiones no penetrantes y pérdida de conciencia (p. ej., la electricidad puede asustar a una persona, provocando la caída).
En los "accidentes en la bañera" (que se producen cuando una persona con los pies mojados contacta con un circuito de 110 V, por secador del pelo o radio) se puede producir una parada cardíaca sin quemaduras.
Los rayos raramente, si es que alguna vez lo hacen, producen heridas por entrada y salida y pocas veces provocan lesiones musculares o mioglobinuria, porque la duración de la corriente es tan breve que no se producen lesiones de la piel ni los tejidos. El rayo descarga sobre la persona, produciendo pocas lesiones internas diferentes de las producidas por un cortocircuito de un sistema eléctrico (asistolia, confusión cerebral, pérdida de conciencia, secuelas neuropsicológicas). Suele producirse un grado variable de amnesia. Las secuelas a largo plazo más frecuentes son lesiones neurológicas, síndromes dolorosos y lesión del sistema nervioso simpático. La causa de muerte más frecuente es la parada cardiorrespiratoria.
Los niños en fase de gatear que chupan cables alargadores pueden sufrir quemaduras en boca y labios. Estas quemaduras pueden causar deformidades estéticas y problemas de crecimiento de dientes, mandíbula y maxilar inferior. Un riesgo añadido es la hemorragia de la arteria labial, que se produce al desprenderse la escara a los 7 a 10 d de la lesión, apareciendo hemorragia hasta en el 10% de los casos.
PREVENCION
Es fundamental la educación sobre el sentido común y la electricidad. Cualquier aparato eléctrico que toque o pueda tocar el organismo y sea potencialmente peligroso debe tener una toma de tierra adecuada y estar conectado a circuitos con equipo de desconexión preventiva. Los desconectadores sin toma de tierra que actúan cuando una corriente con una intensidad tan baja como 5 mA llega a la masa son excelentes y fáciles de encontrar. La prevención de las lesiones por rayos son el sentido común y los dispositivos de protección apropiados, el conocimiento de la previsión meteorológica y disponer de una ruta de escape hacia un refugio apropiado en caso de tormenta.
Se debe romper el contacto entre la víctima y la fuente de electricidad. El mejor método es cortar la corriente si se puede hacer rápidamente (mediante un cortacorriente o interruptor, desconectando el aparato de la toma de electricidad); en caso contrario, se debe retirar a la víctima del contacto con la corriente. Para las corrientes de voltaje bajo (110 a 220 V), el rescatador debe aislarse adecuadamente del suelo y utilizar material aislante (ropa, madera seca, goma, cinturón de cuero) antes de separar a la víctima. Si se trata de una fuente de alto voltaje, no se debe intentar separar a la víctima hasta haber desconectado el sistema. No es fácil diferenciar entre líneas de alto y bajo voltaje, sobre todo en exteriores.
Una vez que se puede acceder a la víctima de modo seguro, se deben explorar con rapidez las funciones vitales (pulso radial, femoral o carotídeo, respiración, nivel de conciencia). La prioridad es la estabilización de la vía aérea. Si no se aprecia respiración espontánea o se ha producido una parada cardíaca, es necesaria una reanimación inmediata (v. cap. 206 ). El tratamiento del colapso circulatorio y de otras manifestaciones de las quemaduras masivas.
Una vez restablecidas las funciones vitales, se debe evaluar y tratar la naturaleza y extensión de la lesión. Es preciso detectar luxaciones, fracturas y lesiones no penetrantes y de la columna cervical. Si existe mioglobinuria es esencial el tratamiento mediante reposición de líquidos y alcalinización para reducir el riesgo de precipitación tubular de la mioglobina. Puede estar indicado el manitol o la furosemida para aumentar el flujo renal. En todas las quemaduras se debe hacer profilaxis del tétanos.
La valoración inicial de toda lesión por electricidad debe incluir ECG, enzimas cardíacas, recuento sanguíneo y análisis de orina, especialmente para detectar mioglobina. Está indicada la monitorización cardíaca durante 12 h si existe sospecha de lesión cardíaca, arritmias o dolor torácico. Cualquier deterioro del nivel de conciencia obliga a realizar TC o RM para descartar una hemorragia intracraneal.
Las víctimas de las lesiones por rayo pueden necesitar reanimación cardíaca, monitorización y tratamiento de soporte. La restricción de líquidos es la norma, dada la posibilidad de edema cerebral.
Los niños con quemaduras labiales deben ser remitidos a un especialista en odontología infantil o cirujano maxilofacial para evaluación y tratamiento de estas lesiones a largo plazo.
Lesión –aguda, diferida o crónica– de los tejidos corporales producida por radiaciones ionizantes.
La radiación ionizante (rayos X, neutrones, protones, partículas a y b, rayos g) lesiona los tejidos directamente o por reacciones secundarias. Las dosis elevadas de radiación pueden producir efectos somáticos visibles en días. Los cambios en el ADN debidos a dosis más bajas pueden ocasionar años más tarde una enfermedad crónica en personas expuestas o un defecto genético en su descendencia. Las relaciones entre el grado de lesión y la reparación o muerte celular son complejas.
Las fuentes potencialmente peligrosas de radiación ionizante son los rayos X de alta energía empleados en diagnóstico y tratamiento, el radio y otros materiales radiactivos naturales (p. ej., radón), los reactores nucleares, los ciclotrones, los aceleradores lineales, los sincrotrones de gradiente alterno, las fuentes cerradas de cobalto y cesio para tratamiento del cáncer y otros materiales radiactivos producidos artificialmente y empleados en medicina e industria.
En varias ocasiones se han producido escapes de grandes cantidades de radiactividad de reactores nucleares (el accidente en la Isla de las Tres Millas en Pennsylvania en 1979 y en Chernobil en Ucrania en 1986). Este último produjo más de 30 muertes y numerosas lesiones por radiación; además se pudo detectar radiactividad en casi toda Europa del Este y en partes de Europa occidental, Asia y Estados Unidos.
Los efectos somáticos o genéticos dependen de numerosos factores, incluyendo la dosis total y la tasa de dosis (dosis de radiación/unidad de tiempo). La probabilidad de efectos significativos crece al aumentar la dosis total o la tasa de dosis. Es probable un efecto significativo después de una dosis única rápida de varios Gy, pero la misma dosis recibida durante semanas o meses se puede tolerar con muy pocos efectos significativos.
Los efectos de la radiación dependen también del área corporal expuesta. Todo el cuerpo humano puede absorber probablemente una dosis única de hasta 2 Gy sin producir la muerte. No obstante, al acercarse la dosis corporal total a los 4,5 Gy, la tasa de mortalidad se aproxima al 50% (dosis letal, DL50) y una dosis corporal total superior a 6 Gy recibida en un tiempo corto es prácticamente mortal. Por el contrario, se pueden tolerar decenas de Gy cuando se reciben en un período de tiempo largo o en un área corporal reducida (p. ej., para tratamiento del cáncer).
También es importante la distribución de la dosis en el interior del organismo. Por lo general, cuanto más rápido sea el recambio celular, mayor es la sensibilidad a la radiación. Las células más sensibles son las células linfoides, seguidas por (en orden descendiente) gónadas, células proliferativas de la médula ósea, células epiteliales intestinales, epidermis, células hepáticas, epitelio de alvéolos y vías biliares, células endoteliales (pleura y peritoneo), células nerviosas, células óseas y células musculares y del tejido conjuntivo. Durante la radioterapia se protegen las áreas vulnerables (p. ej., intestino, médula ósea) para poder utilizar una dosis corporal total elevada, que de lo contrario sería fatal.
FISIOPATOLOGIA
Con una dosis suficientemente elevada se produce la necrosis celular. Las dosis altas subletales pueden interferir con la proliferación celular disminuyendo la tasa de mitosis, reduciendo la síntesis de ADN o haciendo que las células sean polipoides. En los tejidos que sufren normalmente recambio continuo (epitelio intestinal, médula ósea, gónadas), la radiación produce hipoplasia, atrofia y finalmente fibrosis progresiva dependiente de la dosis. Algunas células lesionadas, pero capaces de realizar mitosis, pueden presentar uno o dos ciclos generativos, produciendo una progenia anormal (p. ej., metamielocitos gigantes, neutrófilos hipersegmentados) antes de morir.
Los efectos somáticos y genéticos de dosis inferiores a 100 mGy suelen calcularse mediante extrapolación lineal a partir de estudios con dosis más elevadas, porque existen pocos datos sobre los efectos de las dosis muy bajas. Algunos investigadores postulan un efecto umbral, que no se comprende completamente. Se han realizado estudios en los que animales expuestos a niveles extremadamente bajos de radiación adicional sobreviven más tiempo que los animales expuestos a la radiación natural.
SIGNOS Y SINTOMAS
Volver a puntos clave     Síndromes de radiación aguda. Los síndromes se pueden clasificar como cerebral, GI y hematopoyético, dependiendo de la dosis, la tasa de dosis, el área corporal y el tiempo tras la exposición.
El síndrome cerebral, producido por dosis extremadamente altas de radiación corporal total (>30 Gy), es siempre mortal. Evoluciona en tres fases: un período prodrómico de náuseas y vómitos, apatía y somnolencia, desde la indiferencia a la prostración (posiblemente por focos inflamatorios no bacterianos en el cerebro de productos tóxicos inducidos por la radiación) y temblores, convulsiones, ataxia y muerte en pocas horas o días.
El síndrome hematopoyético está causado por dosis de radiación corporal total de 2 a 10 Gy, e inicialmente produce anorexia, apatía, náuseas y vómitos. Estos síntomas son más intensos en 6 a 12 h, desapareciendo por completo a las 24 a 36 h tras la exposición. No obstante, durante este período de bienestar relativo, los ganglios linfáticos, el bazo y la médula ósea comienzan a atrofiarse, ocasionando una pancitopenia. La atrofia se produce como resultado de la destrucción directa de células radiosensibles y por inhibición de la producción de células nuevas. En sangre periférica se produce inmediatamente una linfopenia, que es máxima a las 24 a 36 h. La neutropenia aparece más lentamente. La trombopenia puede ser significativa a las 3 a 4 sem.
En el síndrome hematopoyético aumenta la susceptibilidad a la infección (por microorganismos saprofitos y patógenos) debido a un descenso dependiente de la dosis en los granulocitos y linfocitos circulantes, deterioro dependiente de la dosis de la producción de anticuerpos, alteración de la migración de los linfocitos y de la fagocitosis, reducción de la capacidad del sistema reticuloendotelial para destruir las bacterias fagocitadas, disminución de la resistencia a la diseminación bacteriana en tejido subcutáneo y desarrollo de áreas hemorrágicas (debido a la trombocitopenia) en piel e intestino, lo que favorece la penetración y proliferación bacteriana.
Volver a puntos clave    Enfermedad por radiación aguda. Este trastorno se desarrolla en una proporción pequeña de los pacientes tras la radioterapia (especialmente sobre el abdomen), siendo su causa desconocida. Se producen de forma característica náuseas, vómitos, diarrea, anorexia, cefalea, malestar y taquicardia de intensidad variable, que van desapareciendo en horas o días.
Volver a puntos clave    Efectos diferidos intermedios. La exposición repetida o prolongada a una tasa de dosis baja por fuentes internas o externas de radiación puede producir amenorrea y disminución de la libido en mujeres y descenso de la fertilidad, anemia, leucopenia, trombocitopenia y cataratas en ambos sexos. Las dosis más elevadas o la exposición más localizada produce caída del pelo, atrofia y ulceración de la piel, queratosis y telangiectasia. Se pueden producir carcinomas de células escamosas a largo plazo. Pueden desarrollarse osteosarcomas años después de la ingestión de radioisótopos específicos para el hueso (sales de radio).
La radioterapia extensa para el cáncer puede producir en ocasiones lesiones graves de los órganos expuestos. Si se irradian los riñones puede disminuir la función tubular renal y la TFG. Las dosis extremadamente altas pueden ocasionar el inicio agudo de manifestaciones clínicas (proteinuria, insuficiencia renal de grado variable, anemia, hipertensión) tras un período latente de 6 meses a 1 año. Cuando la exposición acumulada del riñón es superior a 20 Gy en menos de 5 sem, se produce fibrosis por radiación e insufiencia renal oligúrica en el 37% de los pacientes. En el resto se comprueban diferentes alteraciones a lo largo del tiempo. Las dosis altas acumuladas en el músculo pueden provocar una miopatía dolorosa con atrofia y calcificación, y en casos raros se produce una degeneración neoplásica (p. ej., sarcoma). Puede aparecer una neumonitis por radiación grave y una fibrosis pulmonar secundaria tras la radioterapia por cáncer de pulmón, que puede ser mortal con una dosis acumulada superior a 30 Gy si el tratamiento no se espacia lo suficiente. La radioterapia extensa del mediastino produce miocarditis y pericarditis por radiación. Puede desarrollarse una mielopatía catastrófica después de una dosis acumulada >50 Gy en un segmento de la médula espinal. No obstante, se puede minimizar el riesgo limitando la tasa de dosis a 2 Gy/d. Si la tasa es de 8 Gy/d, puede producirse la mielopatía con una dosis acumulada tan baja como de 16 Gy (después de 2 d de tratamiento). Tras la radiación extensa de los ganglios linfáticos abdominales (p. ej., por seminoma, linfoma o cáncer de ovario) se puede producir una ulceración crónica, fibrosis y perforación intestinal. El uso de fotones de alta energía (que penetran profundamente en los tejidos) en unidades de cobalto-60 y aceleradores lineales ha eliminado virtualmente el eritema cutáneo y la ulceración que aparecían cuando se empleaba terapia con rayos X de ortovoltaje.
Volver a puntos clave    Efectos somáticos y genéticos tardíos. La irradiación de células somáticas puede producir enfermedades como el cáncer (p. ej., leucemia, cáncer de tiroides, piel o hueso) y cataratas o, como aparece en modelos animales, un acortamiento inespecífico de la vida. Puede desarrollarse un cáncer de tiroides 20 a 30 años después de un tratamiento con rayos X para la hipertrofia de adenoides o amígdalas. La radiación de origen externo tiene un mayor efecto biológico que el yodo radiactivo.
La irradiación de células germinales afecta a los genes y aumenta el número de mutaciones. La procreación perpetúa la mutación, produciendo un número más elevado de defectos genéticos en las generaciones siguientes. La probabilidad de efecto genético o somático a largo plazo en un individuo determinado es de 10–2/Gy.
Reacciones leves o graves producidas por una temperatura ambiental elevada debidas a respuestas inadecuadas o inapropiadas de los mecanismos de termorregulación.
La exposición a una temperatura ambiental elevada sin una disipación adecuada de calor puede producir calambres por calor, insolación o agotamiento por calor. La exposición aguda (3 a 4 h de esfuerzo extenuante) o prolongada (10 a 12 d), con sudación excesiva no compensada por la ingesta de líquidos, produce deshidratación, depleción de sodio y potasio e hipovolemia. Los vómitos y la diarrea asociados contribuyen a la pérdida de líquidos. La evaporación, la forma más importante de pérdida de calor, depende de la humedad relativa: cuanto más alta sea la humedad ambiental (que reduce el efecto de enfriamiento del sudor) y el ejercicio extenuante prolongado (que aumenta la producción de calor por el músculo), incrementa el riesgo de presentar algún trastorno por calor. La edad, la obesidad, el alcoholismo crónico, la debilidad y numerosos fármacos (anticolinérgicos, antihistamínicos, fenotiazinas, psicofármacos, alcohol, cocaína) aumentan la susceptibilidad a los trastornos por calor, en especial a la insolación. La insolación y el agotamiento por calor ocurren en ambientes cálidos y húmedos, pero son cuadros muy diferentes.
Lo mejor es emplear el sentido común. Se debe evitar el ejercicio intenso en un ambiente muy caluroso o en un espacio mal ventilado y se debe utilizar una ropa que permita una transpiración adecuada. Si no se puede evitar el ejercicio en ambiente caluroso, se deben reponer los líquidos y electrólitos (que se pierden de manera casi imperceptible en presencia de ambiente seco) bebiendo frecuentemente líquidos ligeramente salados al gusto (es decir, casi isotónicos) y se debe favorecer la evaporación, que ayuda a mantener fría la piel, utilizando ropa calada abierta o empleando abanicos. La sed es un mal indicador de la deshidratación. Durante el ejercicio intenso es necesario ingerir líquidos cada hora, independientemente de la sensación de sed. No se deben ingerir comprimidos de sal, que son menos apropiados que las bebidas o comidas ligeramente saladas, a menos que se consuman cantidades elevadas de líquidos. La depleción de potasio, magnesio y calcio sólo es peligrosa cuando la exposición al calor es prolongada.
INSOLACIÓN
Funcionamiento inadecuado o insuficiente de los mecanismos de disipación de calor que conduce a una hiperpirexia peligrosa.
El inicio súbito suele estar precedido de cefalea, vértigo y fatiga. Generalmente disminuye la sudación, y la piel está caliente, enrojecida y habitualmente seca. La frecuencia cardíaca aumenta rápidamente y puede alcanzar de 160 a 180 latidos/min. Suele existir taquipnea, pero la TA permanece inalterada. La desorientación puede preceder brevemente a la pérdida de conciencia o las convulsiones. La temperatura alcanza rápidamente los 40 a 41 ºC produciendo sensación de quemadura. El colapso circulatorio puede preceder a la muerte, y después de hiperpirexia extrema, los supervivientes suelen presentar lesión cerebral permanente.
Lesión debida al frío que produce trastornos estructurales y funcionales en los vasos sanguíneos de pequeño tamaño, las células, los nervios y la piel.
La susceptibilidad a las lesiones por frío está aumentada por el abuso de drogas, el cansancio, el hambre, la deshidratación, la hipoxia, la alteración de la función cardiovascular y el contacto con metal o humedad. Los ancianos, los más jóvenes y las personas con intoxicación etílica tienen un riesgo más elevado.
Las medidas preventivas, aunque son sencillas, no se suelen respetar. Es importante usar varias capas de ropa térmica y protección frente a la humedad y el viento, incluso cuando la temperatura no parezca demasiado baja. Los guantes y calcetines se deben mantener lo más secos posible, y en caso de frío extremo se deben usar botas aislantes que no impidan la circulación. Es muy importante cubrir adecuadamente la cabeza, porque el 30% de la pérdida de calor se produce aquí. El consumo abundante de líquidos y sólidos energéticos ayuda a mantener la producción de calor por el metabolismo. La vigilancia de las partes del cuerpo que se pueden congelar y el calentamiento inmediato de éstas ayuda a evitar las lesiones. Al enfriarse el organismo, los escalofríos, el ejercicio, la ropa caliente y las bebidas calientes pueden prevenir la hipotermia.
HIPOTERMIA
La hipotermia se produce por una exposición prolongada a cualquier temperatura cuando la pérdida de calor corporal es superior a la producción de calor (v. también Hipotermia accidental. La hipotermia es más habitual con temperaturas bajas o tras la inmersión en agua, pero puede ocurrir en verano o en clima cálido si el calor metabólico o por esfuerzo (escalofrío) no pueden mantener la temperatura central. También puede ocurrir tras un traumatismo grave. La inmovilidad, la ropa húmeda, la respiración intensa y el descanso sobre una superficie fría aumentan el riesgo de hipotermia.
La hipotermia produce una disminución fisiológica de todas las funciones, como los sistemas cardiorrespiratorio y vascular, la conducción nerviosa, la agudeza mental, el tiempo de reacción neuromuscular y la tasa metabólica. En los niños pequeños, la hipotermia por inmersión total en agua fría puede proteger al cerebro de la hipoxia.
El descenso de la temperatura central produce letargia, torpeza, confusión mental, irritabilidad, alucinaciones, retardo o parada respiratoria y disminución de la frecuencia cardíaca, arritmias y finalmente parada cardíaca. No obstante, la víctima no se debe considerar muerta hasta que haya sido recalentada. La temperatura rectal <34 ºC ayuda a diferenciar la hipotermia de los síntomas similares debidos a cardiopatía, coma diabético, hiperinsulinismo, accidente vascular cerebral o intoxicación, que también pueden estar presentes. Los termómetros clínicos ordinarios no puede medir la temperatura central tan baja de la hipotermia, por lo que se debe utilizar un termómetro especial para temperaturas bajas. Si sólo se dispone de un termómetro clínico normal, la incapacidad del mercurio para superar los 34 ºC es un indicador de hipotermia.
Cuando cesan los escalofríos y aumenta la letargia y la confusión, se trata de una urgencia vital. La prioridad es evitar que continúe la pérdida de calor mientras se evalúa rápidamente a la víctima. Si el paciente no respira, no tiene pulso y está aparentemente muerto, se debe decidir si merece la pena comenzar la reanimación cardiopulmonar (RCP). Si se puede llegar a un hospital en poco tiempo, se debe comenzar y mantener la RCP. Si el hospital está a varias horas de distancia, es discutible la RCP. La ausencia prolongada de circulación puede ocasionar una lesión cerebral permanente, incluso con una hipotermia intensa. No obstante, el inicio de la RCP cuando existe un latido cardíaco imperceptible puede provocar fibrilación ventricular, que es mortal si no se revierte a ritmo normal. Por esta razón, algunos expertos recomiendan retrasar la RCP si el hospital está cercano hasta que se haya restablecido el equilibrio hidroelectrolítico en el hospital. Se debe manejar a la víctima con cuidado durante el traslado, porque los ruidos disonantes o los movimientos intempestivos pueden desencadenar taquicardia o fibrilación ventricular. Las víctimas de la hipotermia inconscientes no pueden generar calor suficiente y se deben calentar externa o internamente empleando técnicas especiales.
En el hospital se obtiene sangre de inmediato para determinar gases y electrólitos. No es necesario corregir la temperatura de la sangre. Se debe corregir el pH y la Po2. Cuando es necesaria la RCP y se puede mantener, se debe sumergir al paciente de inmediato en una bañera grande llena de agua entre 45 y 48 ºC para recalentamiento rápido.